martes, 23 de noviembre de 2010

Cordura selectiva.


Han Wu-Shen (1950-), Bloodline, óleo sobre lienzo
Colección Privada. 

Reía a carcajadas mientras el hombre frente a mi dictaba la sentencia más absurda que había escuchado en mi vida. En resumen o en palabras simples: estas loco, dijo mientras se arreglaba las gafas. Incliné la cabeza hacia el lado izquierdo y traté de disimular la ironía que empezaba a delinear mis ojos.  Lo primero que se me vino a la cabeza fue el recuerdo de mis años de escuela. Como fui un niño precoz para el habla y el caminar, mis padres, algo cansados de la sobrecarga de energía que me corre las venas, decidieron llevarme al jardín de niños un año antes de lo previsto. Así que a mis tres años tuve mi primer encuentro con un psicólogo, bueno, he de corregirme, creo que era mujer – no vayan a creer que lo recuerdo, es que vi en algún momento su firma en los papeles de admisión a la escuela – y una no muy ilustrada porque escribió con letra redonda y pluma azul: "desorden de déficit de atención e hiperactividad marcada, incapacitado para las relaciones social/personales, se recomienda aislamiento en aulas especiales y medicación por parte de especialista". Nunca conocí a alguien más equivocada en mi vida, de todo lo que dijo nada se hizo realidad. Siempre pude poner atención, el problema real es que soy un tanto selectivo con las cosas que me gusta escuchar y, además, me gusta acomodar lo que oigo para que encaje a la perfección con las ideas preconcebidas por mi imaginación. Hiperactivo si soy, pero eso no tiene nada de malo, me hace más productivo que el resto. De aulas especiales ni hablar, mi madre supo enseñarme a ser un caballero y me acoplé a los requerimientos del mundo sin mucho peso. Lo de las relaciones dejémoslo en puntos suspensivos y en que no he recibido quejas hasta ahora. La parte importante es que tengo diagnóstico y tratamiento, que voy a curarme si yo así lo decido y que si me esfuerzo en poco tiempo seré normal…
Ahora todo eso parece un poco distante, incluso el médico y su discurso formal con dictamen. Recuerdo con claridad que indicó un tratamiento indispensable, apuntando claramente las consecuencias de desobedecerlo. Es más, creo que mientras me enjuagaba las manos por enésima vez, recordé que lancé todas las pastillas al retrete y  les celebré un funeral mientras dejaba fluir el agua. Puedo evocar claramente la habitación desordenada, el sonido de la música electrónica y a las 3 mujeres que bailaban frente a mi. Si lo pienso sentado a la orilla de la tina, que tiene forma escueta de corazón, creo que el asistente del médico estaba conmigo y fue él quien trajo las cervezas.  Recapacitando, las manchas rojas en la alfombra son producto de que logré decapitar a mis 4 acompañantes de un solo movimiento, luego de que el hombre repitiera mientras bailaba: Te prefería loco, así, tan prudente como vos estas no tenes sabor. Él si sabía a algo, para mi disgusto, a lo mismo que sabe mi cordura selectiva.    

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